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La danza de los 7 velos

Un ejercicio de renovación que implica la renuncia a algo que apreciamos pero ya no necesitamos.

la danza de los 7 velos

La danza de los 7 velos

La referencia de danza de los 7 velos más conocida es la de Salomé encandilando al rey Herodes y pidiendo la cabeza de Juan Bautista como premio.

Sin embargo, al investigar las raíces de esta desconocida danza, nos encontramos con un origen que va mucho más allá de un mero ejercicio de sensualidad.

La danza de los 7 velos está relacionada con Inanna, la diosa sumeria de la fertilidad. Una diosa que emprende un viaje heroico de renovación atravesando las 7 puertas del inframundo.

Y del mismo modo que nos quitamos los 7 velos, Inanna ha de dejar atrás cada uno de sus atributos para abrir las 7 puertas.

Al igual que el descenso de Inanna, la danza de los 7 velos simboliza una renuncia. Se trata de enfrentar una situación, vencer cada obstáculo y salir victoriosa con la cabeza bien erguida.

Para ello es necesario un sacrificio. Por sacrificio entendemos todo aquello que ya no nos hace falta y nos impide seguir avanzando. Sólo a través de la renuncia es posible la renovación.

El viaje de la heroína

Inanna (reina del cielo) y su hermana Ereshkigal (reina del submundo) son las dos partes de una misma persona. Simbolizan lo oculto y lo visible, la oscuridad y la luz.

El descenso de Inanna al inframundo es el clásico viaje de la heroína. Un viaje que todas nosotras realizamos en momentos puntuales de nuestra vida.

Nos vemos forzadas a ello cuando algún cambio requiere que tomemos una decisión, cuando hemos reprimido emociones durante mucho tiempo, cuando por causa de una experiencia negativa entramos en una depresión…

Es un descenso elegido en busca de una conexión con nuestro lado más oscuro y sombrío. Esa conexión nos permite reinventarnos a nivel interno e incluso reorganizar nuestras vidas.

El mito de Inanna

Un día Inanna fue a visitar a Enki, su abuelo y dios de la sabiduría. Tras comer y beber cerveza en abundancia, éste regala a Inanna varios me (cualidades del buen gobernante).

Cuando se le pasa el efecto de la bebida, Enki se arrepiente e intenta recuperar sus me en vano. Inanna consigue mantenerlos con hábiles trucos y se erige reina del cielo y de la tierra.

Llegado este punto necesita un esposo y decide casarse con el pastor Dumuzi. Está tan feliz y enamorada que le regala varios de sus atributos de reina.

Ese matrimonio convierte a Inanna en diosa de la fertilidad y a Dumuzi en encarnación de las fuerzas creativas, simboliza la renovación de la vida al inicio de cada año.

Una vez casada con Dumuzi, la diosa decide descender al infierno reuniendo siete de sus me para conocer los secretos de Ereshkigal, su hermana y señora del submundo.

Al saber de la presencia de Inanna en el Hades, Ereshkigal se enfurece y ordena que se cierren las 7 puertas del inframundo. De esto modo, Inanna se ve obligada a despojarse de cada uno de sus me para atravesar cada una de las puertas.

Las 7 puertas del inframundo

En la primera puerta entrega sus sandalias, éstas simbolizan la voluntad para luchar contra uno mismo.

Al llegar a la segunda deja sus joyas, es la renuncia a los bienes materiales.

Ya en la tercera puerta abandona sus ropas, es decir, las cosas banales de este mundo. El abandono de sus ropas representa la muerte del Ego.

La cuarta puerta le supone renunciar a la sexualidad. Para ello entrega los cuencos dorados que cubren sus pechos. En la quinta se despoja de su collar, el éxtasis de la iluminación.

Al atravesar la sexta puerta pierde su magia tras ofrecer sus pendientes. Y finalmente en la séptima, Inanna abandona la corona de mil pétalos, su divinidad.

El regreso de Inanna

Una vez completamente desnuda Inanna es conducida ante su hermana. Ésta desata su ira contra ella, la mata y cuelga su cadáver de un gancho.

Mientras tanto en la tierra, la desaparición de Inanna desata una crisis cósmica. Los campos se han vuelto estériles, las personas no se casan y ya no nacen niños.

Ereshkigal es presionada por el resto de los dioses para devolver a la diosa del amor y la fertilidad a la tierra. Finalmente se hace un pacto. Permite que Inanna sea devuelta a la vida pero a cambio, alguien deberá ocupar su lugar en el inframundo.

Inanna es generosa y no quiere enviar a nadie a la oscuridad. Sin embargo, cuando llega a la tierra encuentra a Dumuzi sentado en el trono rodeado de riquezas y doncellas, en vez de estar lamentando su pérdida.

La diosa se siente traicionada y designa a su esposo para descender a los infiernos. Gestinanna, la hermana de Dumuzi, lo ama tanto que ruega a Inanna que le deje ocupar su lugar. El amor incondicional de ésta conmueve a Inanna y finalmente se decide que ambos alternarán su estancia en el Hades. Dumuzi pasará seis meses y Gestinanna lo otros seis.

El mito de Inanna y Dumuzi provoca la aparición de las estaciones y favorece la fertilidad de la tierra, y la fecundidad de las mujeres. Es el resurgir de la vida tras una época estéril.

En términos simbólicos, el velo es la protección que nos ponemos para no enfrentar nuestros miedos o una situación. Todo aquello que nos impide ver la realidad tal y como es.

En ese sentido, la danza de los 7 velos cobra un carácter ritual para desprendernos de todo aquello que ya no necesitamos. La bailarina asume el papel de una sacerdotisa en busca de su esencia.

Se trata de atravesar las 7 puertas del submundo para renacer. Las 7 puertas están asociadas con los 7 chakras, los 7 colores del arco iris y los 7 planetas.

Simbología de la danza de los 7 velos

Se cuenta que la danza de los 7 velos era una danza practicada en honor a Isthar, una de las diosas de Babilonia (Inanna en Sumeria) y a Isis por las sacerdotisas egipcias; pero leyendas aparte, es una danza llena de simbolismos.

Los siete velos representan los siete aspectos femeninos a ser rescatados al atravesar las puertas del inframundo. Estos aspectos son: belleza, fertilidad, poder, amor, salud, magia y dominio.

Cada vez que dejamos caer un velo atravesamos una puerta mostrando nuestra verdad y dejamos el chakra correspondiente al descubierto. La apertura del chacra nos permite recuperar el atributo perdido.

Velo rojo

Asociado a Saturno, el primer chakra y la belleza, simboliza entregar la voluntad.

Velo naranja

Alude a Júpiter, al segundo chakra y a la fertilidad. Se trata de despojarnos del ego.

Velo amarillo

Relacionado con Marte, el tercer chakra y el poder, entregamos nuestra mente.

Velo verde

Encarna a Venus, el cuarto chakra y el amor. Es la renuncia a la actividad sexual.

Velo azul

Símbolo de Mercurio, el quinto chakra y la salud, supone desprenderse del éxtasis de la iluminación.

Velo violeta

Con el Sol y la Luna como regentes, el sexto chakra y la magia como virtud, el hecho de atravesar esta puerta supone la renuncia a la magia.

Velo blanco

Su planeta es Urano y su chakra el séptimo, representando el poder. Cruzar la sétima puerta es entregar la divinidad.